Luciendo
Lucía sonríe como cada día, feliz de
poder jugar y saltar en el colegio, en
casa o en el parque junto al zaguán. Disfruta del sol de mediodía y por la
tarde en la sombra hace castillos y figuras, le encanta disfrutar del aire libre, del
frescor y de sus amigas.
Desde
que Martín le acompaña, su felicidad aún es mayor, no tiene parangón.
No te creas, cangrejito, que vas a
poder romper este hechizo de amor tan bonito.
Lucía, canta y ríe, y a sus padres
alegra cada día porque ellos no dudan ni una pizca y entienden más que nadie de
la chispa de la vida. Quieren amor y momentos, ternura sin medida, un mañana
sin temor, noches de júbilo y cariño y tesón ante quien no lo quiera entender.
Los días ya van siendo mejores, tras
unos meses complicados. Lucía pasaba demasiadas horas viendo el blanco de las
batas, de los focos sobre su cara, oliendo a alcohol y algodón y sintiendo unas
sábanas diferentes a las de su cama en forma de corazón.
Ahora todo va mejor y los días ya se
alargan. Comienzan por un agradable rocío de la mañana y acaban acompañada por el
guerrero de la noche, un barbudo sin antifaz dispuesto a portarla, montarla en
su caballo o abrazarla si la ocasión lo necesitara.
El cáncer no aminora la pasión, ni
nos quitará el juego. Trabajamos para estar fuertes y vivir con primor en esta pequeña casa donde las prisas no
cuentan y la sonrisas se regalan a cualquier hora del día.
Es
fácil de entender...
Lucías, luces y lucirás, pero te
queremos Luciendo cada día con nosotros al ritmo de este compás.
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