domingo, 25 de febrero de 2018

Maestra en el amor




El amor es idealista,
mas la mente es racional.
Con dolor y neurotismo,
combate la soledad.

De aquí a año y medio disfruté,
en una relación estable,
la del "amor de mi vida",
hasta que todo quedó en balde.

Su destino inoportuno,
con océano de por medio,
me prestó a tal vaticinio.
Apostó ella e hízome fatal juego.

Depresiva tesitura,
en nicotina me ahogaba.
Cuando graciosa esta vida,
portuario trabajo me dara.

En Cartagena, murciana,
ciudad trimilenaria,
surcada por montes y mares,
en gran empresa embarcaba.

Con un puesto itinerante,
rehabilitador de alumnado,
de cole en cole brincaba:
¡potenciando músculos, vamos!

Allá por un monte perdido,
se encontraba La Asomada,
paraje mágico, aislado;
gente diversa, animada.

Ganarán destrezas motrices,
dichos niños fuera del aula,
en sesiones exteriores,
bajo el sol, ¡estiramos y... andad!

Mientras los docentes daban clases,
a mis pupilos recolectaba.
Montábales después circuitos,
que muy hábiles sorteaban.

Sesión tras sesión surcaba
decenas de colegios y también de aulas.
Única eras, "escuela La Asomada",
acogedor nido de calidez humana.

Allí donde el amor brotaba poquito a poco,
vinimos a encontrarnos ¡Te parecí un loco!
Ambos cuidábamos niños,
la una para enseñarles, el otro para "arreglarles".

Cosas de la vida y de no presentarme,...
viéndome ella a solas con niños ¿pensaría en denunciarme?
Quiso rápido informarse por si aquel era hombre malo.
Fue por doquier preguntando, hasta hallarme identificado

No creas que atracción carnal era,
defendía a su camada.
Maestra protectora y preocupada,
se anteponía por el alumnado frente a cualquier amenaza.

¡Que no, que no! yo trabajo rehabilitando,
ayudo a niños especiales.
Aquí o allá, procurando que en sus clases,
potencien o desarrollen el máximo de habilidades.

Paco, el fisioterapeuta,
o "Fisio", si quieres, puedes llamarme.
Tú serás Lidia, la intrépida,
siempre presta a interrogarme.

Vaya un Claustro que tuvimos,
años en grande pasamos.
Jesús, dos de ellos tuvimos,
ninguno dirás que era santo.

Una noche señalada, 22D salimos,
la Navidad comenzaba.
No te tocó El Gordo,
aunque por mi peso bien me asimilara.

Con la canción de Grease
y sin gran tupé que destacara,
deje a todo el bar boquiabierto,
por mi baile junto a la barra.

Aquella noche comenzaría,
una historia bastante larga.
Fíjate, aún hoy nos tiene en vilo,
con una panza preñada.

Ni una ni dos van,
es ya la tercera guirnalda.
Decoran mi vida contigo,
y al día le ponen su salsa.

Yo irreflexivo era, hiperactivo,
confieso.
Más vine a dar con tal tipa,
¡que no para ni ante un espejo!

Felicísimo soy en esta vida,
pues nada me arrepiento,
confío en que sigamos juntos,
viendo crecer estos "moquejos".

Mientras tanto, te confieso,
que dudas nuestras tuvimos,
más por eso mismo, aún vivo,
compartiendo lecho contigo.

El amor es verdadero si sabes aprender de él,
creciendo desde dentro hacia fuera,
aprendiendo que no hay manera,
de ser egoísta en su miel.

Los problemas bien que existen,
abundan las discusiones;
aunque no deben faltar las risas,
ni tampoco los revolcones.

En esta dicha, me encuentro,
y te dedico estas rimas.
A ver si esta noche te animas,
y damos un buen resuello.

Loco, te juro me tienes,
más no solo de amor, prometo.
Jamás viví en un tal alboroto,
ni en mis findes de soltero.

Declarado mi amor por ti queda,
aunque no pase por vicaría.
Te juro que te quiero, me enloqueces,
de ahí esta constante porfía.

Agradezco a esta vida,
que me haya propiciado tu encuentro;
si no, cojo me hallaría,
incluso puede que tuerto.

Las crisis existenciales,
las dudas ya despejadas,
las noches en vela,
las cuentas semivacías.

Así es nuestro día a día,
entre sonrisa, rutina y responsabilidad.
Si discutes por la mañana,
por la noche toca "apaciguar".

Hazme un favor y dame tregua,
que aunque el tercero yo ansío.
Ya no me quedarán manos
para sostener tanto crío.

Son los frutos de nuestro amorío.
Gracias, Amor, por concebirlos,
por cuidarme, respetarme,
y aguantarme en mis avíos.

Eres grandiosa actriz,
brillante profesora,
una joya de madre
y ¡ardes Troya, pero qué amante!

Termino con estas líneas, tu homenaje y un grito.
¡Un brindis porque lo hemos vivido! Celebro haberlo disfrutado.
Te quiero cariño mío, sépanlo ustedes,
aquí quedará escrito y si se requiere, demostrado.






domingo, 4 de febrero de 2018

Luciendo


Luciendo

            Lucía sonríe como cada día, feliz de poder jugar  y saltar en el colegio, en casa o en el parque junto al zaguán. Disfruta del sol de mediodía y por la tarde en la sombra hace castillos y figuras,  le encanta disfrutar del aire libre, del frescor y de sus amigas.
Desde que Martín le acompaña, su felicidad aún es mayor, no tiene parangón.
            No te creas, cangrejito, que vas a poder romper este hechizo de amor tan bonito.
            Lucía, canta y ríe, y a sus padres alegra cada día porque ellos no dudan ni una pizca y entienden más que nadie de la chispa de la vida. Quieren amor y momentos, ternura sin medida, un mañana sin temor, noches de júbilo y cariño y tesón ante quien no lo quiera entender.
            Los días ya van siendo mejores, tras unos meses complicados. Lucía pasaba demasiadas horas viendo el blanco de las batas, de los focos sobre su cara, oliendo a alcohol y algodón y sintiendo unas sábanas diferentes a las de su cama en forma de corazón.
            Ahora todo va mejor y los días ya se alargan. Comienzan por un agradable rocío de la mañana y acaban acompañada por el guerrero de la noche, un barbudo sin antifaz dispuesto a portarla, montarla en su caballo o abrazarla si la ocasión lo necesitara.
            El cáncer no aminora la pasión, ni nos quitará el juego. Trabajamos para estar fuertes y vivir con primor  en esta pequeña casa donde las prisas no cuentan y la sonrisas se regalan a cualquier hora del día.
Es fácil de entender...
            Lucías, luces y lucirás, pero te queremos Luciendo cada día con nosotros al ritmo de este compás.


ConFEsiones de superación

ConFEsiones de superación
            Por alguna extraña razón, simpatizan con todo el mundo, aunque especialmente con los más pequeños.
            Su vivo color, un mareante número de patas y curiosas antenas lo hacen llamativo. Su expresión mezcla entre amenazadora y tierna apenas inquieta a adultos, tampoco a los valientes chavales. Lo más curioso de todo es, sin embargo, su forma de andar de lado, hacia atrás... Un espíritu libre. A contracorriente de olas, de la marea, ¡de toda la naturaleza!
            Desconozco qué detalles harían que una enfermedad tan complicada tomara su nombre ¿será por características físicas de los tumores? ¿por el dolor como una pinza atenazando? ¿por la intensidad tan viva de los síntomas como su color? ¿por el penetrante sabor de su carne equiparable a su potencial dañino para invadir e incluso acaba con a su huésped?
            Preferiría recordarlo como el cuarto signo del zodiaco, inofensivo en sus locas predicciones del horóscopo; o cómo un crustáceo apetitoso que me evocara una deliciosa parrilla de marisco. Pero no fue así, también nos marcaste a nosotros.
            No me quiero hacer la víctima porque no fui yo quien lo vivió en forma activa, sino pasiva, pero también conocimos esta otra acepción de lo que significa un cáncer. Ocurrió hace ya casi cuatro años.
- ¡Ay, Madre (digo ¡Padre!), que se me muere mi papá!
            Primero fueron extraños síntomas que hicieron que un hombre fuerte y deportista como tú, aunque septuagenario, se viera mermado. Después se sucedieron  las múltiples pruebas y, por último, el día más temido: el diagnóstico.
            Entonces reflexionas y asimilas que aunque pareciera un animal encantador, posee toscos rasgos amenazantes: fuerte coraza, robustas pinzas y una cara cuyas fauces en primer plano parecen los tentáculos de un monstruo.
            Podrías haberte mostrado asustado, pero jamás lo insinuaste. Apenas indiferente. Yo en cambio, me sentía pequeño, lejos, incapaz; como si el centenar de kilómetros que separan mi trabajo en Yecla de tu domicilio en Murcia supusiera todo un vasto océano. Cualquier evento externo o desgracia en el telediario o los periódicos me afectaba más que hacía unos días... Vulnerabilidad lo llaman.
            Yo, un hijo, uno de cuatro.
            Ser hijo está sobrevalorado hoy día. Estamos en el foco para la sociedad, asimilándonos al futuro y la esperanza al mismo tiempo; por eso tal vez demasiado frecuentemente omitimos la obviedad. Los verdaderos e importantes sois los padres, papá y mamá ¿Qué sería de nuestra sociedad actual sin estos padres y abuelos capaces de mantener a tanto parado y desamparado, y a los hijos, nietos...e incluso bisnietos? ¡Cómo perderos!
            Necesité de ayuda profesional, no un psicólogo cualquiera. Uno brillante capaz de levantarme de mi desmoronamiento. Mi equilibrio estaba roto, los pensamientos se habían desvirtuado en una sinfonía de temores, los muros fundamentando mi personalidad se agrietaban y una angustia desbordante implosionaba en mi ser. Un mes atrás, mi primera preciosa hija se había soltado a andar, pero yo sentía que no merecía esa felicidad en este momento. Todo quedaba eclipsado en segundo plano.
            Noches enlazaban con el día con la ansiedad multiplicada consumiéndome por replicación como el virus cuando invade la célula sana.
            La Educación recibida me había enseñado a sonreír y a vivir los momentos de disfrute, pero no a tolerar la enfermedad ni plantar cara a la muerte.
            Tú desprendías juventud y fortaleza para que la quimioterapia y la radioterapia te minaran así, pero no había otro camino, más que adelante. Tú, implacablemente asumiendo "como un hombre" la realidad, aportabas serenidad a la familia dentro de la inquietud interior. Yo, acongojado, incapaz de imaginar una vida sin ti y destrozándome ante esa limitación; encogido e incapacitado para afrontar maduramente este envite desde el presente.
            Toda una lección de vida: el enfermo tan sereno y el sano apocopado por sus fobias ¡Qué paradoja! Hasta vergüenza me da ahora mirándolo en perspectiva ahora que todo ha pasado.
            Descubrí en mi un gran déficit pedagógico, asimilable a escuela y sociedad:
- aprender y enseñar para ser capaces de tolerar la enfermedad y la muerte, y
- convivir saludablemente con ambas.
            Ahora ya lo has superado, Papá y solamente puedo decirte: TE QUIERO, Gracias.
Gracias a la vida por darme un padre como tú;
por darme este bis que quiero aprovechar;
por aguantarlo todo desde mis broncas adolescentes hasta mis cabezonerías constantes;
por presumir siempre tanto de mí, exagerando a la enésima potencia (como buen almeriense);
por dejarte embaucar en los planes que os propongo (querais o no);
por darme tres hermanos  maravillosos y por escoger una madre tan perfecta y cariñosa;
por tu vida de lucha, por recurrir hasta el pluriempleo para poder alimentar a tus hijos;
por fraguarte un futuro brillante cuando la pobreza y la miseria te acechaba en San Cristóbal y por haberlo superado creando esta gran familia.

            Pero no solo por mí, ni por nosotros. Por enseñarme tu originalidad, por vivir tan dignamente, por hacer lo que te da la gana siempre, incluso cuando cuidas de personas que habiendo perdido el apoyo de todo el mundo cuentan contigo para tomar un café caliente, contar con una manta para abrigarse o para poder comer.
            Por traerme cuatro periódicos al día desde pequeño, por tu calma en las ocasiones que lo merecen, por animarme a aprender y hasta por financiármelo en alguna ocasión.
            Recuerdo cuando nos bañábamos en la profundidad de la playa en La Manga sujeto a tu cuello paralizado imaginándome tiburones o bloqueado en lo alto de la noria durante la Feria de septiembre, siempre tenías una historia increíble (y real) que contarme, como tus doblajes en Lawrence de Arabia, tus historias de la mili o en el castillo de Almería, para hacerme pasar un buen rato.
            Esta vez también lo conseguiste, a pesar del cáncer.
            Sabremos aprovechar esta oportunidad para disfrutar en familia juntos y que disfrutes de mis hijas, tus nietas.
            Nuestra historia de superación: tú con el cáncer, yo con el miedo, las fobias y el descontrol que solemos sufrir las familias ante la incertidumbre.

            ¡Ganamos! Mi premio eres TÚ.